jueves, 12 de septiembre de 2019

Día de la imagen de las mujeres en los medios de comunicación


Día de la imagen de las mujeres en los medios de comunicación

Mara Régia Di Perna en el programa “Viva María”
Durante el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en 1990, se decretó el Día Latinoamericano de la Imagen de las Mujeres en los Medios de Comunicación, en honor a la emisión del primer programa radial “Viva María”, producido y conducido por la periodista Mara Régia Di Perna en la Radio Nacional de Brasilia, que se mantuvo al aire durante diez años, desde 1980, teniendo como temática central las problemáticas de género y los derechos de las mujeres, siendo luego clausurado por el gobierno brasileño.


¿Por qué es importante pensar en la imagen de las mujeres en los medios de comunicación?

Porque los medios de comunicación son otras instituciones culturales, así como la escuela y la familia, que transmiten valores y  modelos culturales sobre el mundo, en este caso, sobre las relaciones entre las personas.  Forman parte de la construcción cotidiana del conjunto de actitudes, formas de pensar, de sentir, maneras de actuar, definidas para todos los sexos y géneros.

En la mayoría de las ocasiones, los  medios, a la vez que nos  invisibilizan, denostan a las mujeres, estereotipándonos y estableciendo estándares de belleza, de comportamiento e  incluso de formas de “ser  mujer” en la que  ninguna cabe. Son moldes que agotan nuestras posibilidades y proyecciones, nos coartan a la vez que perpetúan actitudes para con nosotras que siguen los lineamientos patriarcales de querernos sumisas, inferiorizar nuestras capacidades cognitivas y no darnos voz en los espacios en los que se detenta el  poder.


¿Cuándo hay mensajes sexistas?


Cuando:

 Se promueven estereotipos de belleza que no reconocen la diversidad de las mujeres, sino que validan la belleza únicamente como delgadez y juventud.

Se exhibe el cuerpo de las mujeres como producto o adorno, asociado a la publicidad de objetos como automóviles, cervezas, ropa, perfumes. La mujer no aparece como sujeta, sino como objeto que se puede adquirir sea través del dinero y que sólo sirve para proporcionar placer o prestigio.

 Se ubica a la mujer solamente en roles tradicionales del espacio íntimo y asociado a su papel como cuidadora.

Se justifican los comportamientos de violencia contra nosotras. Si nos golpean es porque no obedecimos o no fuimos tan buenas como se esperaba; si abusan sexualmente es porque nos vestimos de forma inapropiada; si nos violentan emocionalmente es porque no somos tan inteligentes ni tan capaces mucho menos bonitas como para merecer otro trato.

Se invisibiliza el aporte de la mujer a la construcción de lo político, lo científico, lo histórico.

Se ridiculiza o subvalora a las mujeres en cualquier actividad.

Todo acto que intente propiciar cotidianamente la reflexión sobre estas temáticas (el uso del lenguaje en los medios, las imágenes que  se deciden pasar al aire, las mujeres que son representadas en los medios, los tópicos sobre los que las mujeres son consultadas, entre otros) debe promover el trato respetuoso, inclusivo y no sexista y ser un trabajo colectivo, que involucre al resto de la ciudadanía en esos debates.


La conmemoración de esta fecha persigue, entre otros, el objetivo de visibilizar a las mujeres en su diversidad cultural, étnica, social y económica, a la vez que denuncia y se opone a la discriminación y a las violencias que sufren las mujeres en los medios de comunicación.


Por Yamila Medero 

miércoles, 11 de septiembre de 2019

11 de septiembre: Día de las maestras


11 de septiembre: Día de las maestras

Según estadísticas del Ministerio de Educación, entre 7 y 8 de cada 10 docentes en Argentina son mujeres. El número se incrementa en las auxiliares. ¿Estos números son proporcionales con la representación femenina en los espacios de poder?


Cada 11 de septiembre se celebra el Día del Maestro en Argentina en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, conocido como "el padre del aula", en el aniversario de su fallecimiento.
Bajo la denominación Maestro, que se impone como universal, cabe disgregar que es en este sector donde se ensancha la brecha de mujeres que son maestras.

En la Argentina, según el último censo del sector, realizado por el Ministerio de Educación de la Nación en 2014, el 75,7% del personal que trabaja en establecimientos educativos son mujeres. Este número alcanza a un total de 894.767 personas, de las cuales 724.801 son docentes, y el resto se desempeña como auxiliares. Esto significa que entre 7 y 8 de cada 10 docentes en Argentina son mujeres. El sector más numeroso de todo el país, superando al personal doméstico y al de la salud. El número se incrementa en las auxiliares.

Estos datos representan en  la realidad material una verdadera contradicción: es escasa, incluso poco visible, la representación femenina en los espacios de poder fáctico. Muy a pesar de estos números,  las dirigencias tanto gremiales como ministeriales no han dejado de ser espacios meramente “varoniles”. La docencia, a pesar de ser considerada, más bien por el sentido común, como una actividad “esencialmente” femenina, sólo tuvo a dos ministras de educación en la historia argentina: Susana Decibe, última ministra de educación de Carlos Menem y Graciela Gianettasio, en el mandato de Eduardo Duhalde. Aunque sus presencias en esos espacios de poder no significaron una conquista, ya que la tarea de ambas implicó un ataque a la educación pública.

En lo que respecta a la representación sindical, desde su fundación (en el `73), la Ctera tuvo cuatro mujeres al frente: Mary Sánchez, Marta Maffei, Estela Maldonado y ahora, Sonia Alesso. Pero quienes siguen siendo vistos como voceros de sindicato, quienes negocian con los gobiernos, quienes responden a las entrevistas en la TV sobre las temáticas que atañen a este sector siguen siendo varones. Aunque las bases sean mujeres, las caras “visibles” y autorizadas, predominantemente son hombres.

La docencia como trabajo feminizado


La docencia es un trabajo feminizado, en particular en los niveles primarios e inicial. Esta feminización del trabajo educativo se remonta a los orígenes del sistema educativo y, a su vez, esta predominancia  se encuentra justificada bajo los preceptos de la ligazón de la educación básica con las labores de crianza, las tareas domésticas y demás actividades que son consideradas “de maternaje” lo que ensancha la brecha salarial y de representación con los varones.

Bajo la perspectiva liberal, el siglo XX se caracterizó por la generalización de la enseñanza básica en América Latina. Los valores que se defendían tenían que ver con la gratuidad y universalización de la educación (obligatoria) como un derecho, que los sectores populares seguimos defendiendo. Por lo que esta universalización implicó la incorporación masiva de mujeres para su formación como docentes, lo que significó la irrupción de una gran cantidad de mujeres que salieron de sus hogares, concebidos hasta entonces como su único entorno "natural", para ocupar los nuevos puestos de trabajo que generaba la educación pública. Esta inserción del colectivo de mujeres en la escena pública amplió la amplitud de derechos y de demandas pero siguió sumando responsabilidades  a las existencias de las mujeres mismas: el trabajo en las escuelas inserta a las mujeres en otro plano laboral pero anexa otra faena más a la crianza de las/los hijos y las tareas del hogar, por lo que estas diligencias alejan a las mujeres de los ámbitos de la política,lo que complejiza la participación femenina en el plano de “lo político”. Estas actividades “extra”  no son tenidas en cuenta a la hora de pensar en educación y mujeres, fluctúa en éstas una carga patriarcal que naturaliza y segmenta los espacios de participación de las mujeres.

Puede rastrearse en  1884 una política focalizada hacia las mujeres: la creación de Escuelas Normales sólo femeninas en cada una de las capitales de “provincia” con becas.  El Tercer Censo Nacional informa que para 1914, en Mendoza, la provincia contaba con 614 maestras y 115 maestros de instrucción primaria (pública y privada). Estas cifras representaban un 84 % de composición femenina del magisterio. Esta inserción sigue sin ampliar la calidad de vida de las mujeres en tanto trabajadoras: las extenuantes jornadas laborales sumada a las tareas escolares extra, la cotidiana exposición a la violencia laboral, incluso las experiencias de las docentes que enfrentan directamente violencia psicológica y/o física de sus parejas o ex parejas (lo que podría añadirse a la violencia institucional que se deriva de ello) hacen que muchas no puedan acceder a las licencias sin sortear duras trabas. Ni hablar del caso específico para la provincia de Mendoza en relación con el “ítem Aula”: las y los trabajadores de la educación deben ocultar dolencias propias, o de sus hijos/as para no perder un "incentivo" que representa un 10 % del salario. Así estas medidas han bajado los niveles de ausentismo y las denuncias por violencia de género, no porque hayan disminuido las situaciones en sí sino por el miedo circundante a perder el empleo o a la rebaja salarial, lo que significa un logro para esos burócratas  y un retroceso para la educación pública.

Virginia Pescarmona, docente de la Corriente 9 de abril (Lista Bordó del SUTE), afirma que “con el mandato social de estar siempre dispuestas a ayudar a los demás, en los últimos años, las maestras cargamos sobre nuestras espaldas la tarea asistencial que se ha impuesto en el ámbito escolar por el deterioro económico y social que significaron las políticas neoliberales de los 90”.Y no sólo las docentes. Otra invisibilidad que se suma es la de las mujeres que trabajan como celadoras en las escuelas, además de las auxiliares y las porteras, cuyos trabajos siguen siendo precarizados, de larga duración y muy mal pagos. De las docentes se espera que den  más que sólo educación: las expectativas van desde ver cómo están de salud, limpieza y alimentación sus estudiantes , pasando por la tarea de cuidadora (una suerte de niñera-maestra) hasta la contención psicológica de sus alumnas y alumnos, naturalizando así una prolongación de las tareas domésticas invisibles y no remuneradas, que en las lógicas capitalista y patriarcal siguen recayendo sobre estos (nuestros) cuerpos . Estos estereotipos refuerzan la idea de las (supuestas) "aptitudes maternales innatas": al pensarse como parte del ámbito del afecto, la función docente tiene mala remuneración y escasa valoración simbólica, tensionando la idea del afecto con el pensar que esta tarea es “natural” de una mujer docente y  en esa decidida e ideológica naturalidad se justifica esa mala paga ya que  si es así es porque requiere poco esfuerzo, es “innata”, porque ¿qué valor específico puede tener una actividad que se supone que surge espontáneamente en las mujeres por el simple hecho de “ser mujeres”?

Además, Pescarmona agrega que  “bajo el discurso de la “vocación” se ha escondido por más de un siglo un verdadero “trabajo no remunerado” que permite ahorrar dinero al estado, robar derecho, y hasta atacar los conflictos cuando las trabajadoras de la educación salen a reclamar, convocando, por ejemplo, “voluntarios” para cubrir las aulas de maestras en huelga.”

Reivindicación de las maestras mendocinas

Durante meses de marzo de 1919 y enero de 1920 se gestó un conflicto social emblemático en  la historia docente e importante a nivel provincial y nacional, protagonizado por el magisterio mendocino. A partir de reclamos en torno a la inestabilidad laboral y jubilatoria, la desprotección legal y el atraso crónico en el pago de los salarios –que para ese entonces sumaban ocho meses–, un grupo de maestras y maestros se organizaron sindicalmente.

En la foto, Florencia Fossatti(izquierda), Mará Elena Champeau y Rosario Vera Peñaloza 
Entre ellas rescatamos las presencias de la maestra Angélica Mendoza (1889- 1960), apodada “La Negra”, quien participó de esta huelga. Ella fue pedagoga, gremialista e intelectual en su época. En 1925 formó parte de una ruptura del Partido Comunista que se constituyó en el Partido Comunista Obrero (PCO) y dirigió su  órgano de propaganda: La Chispa. Además fue secretaria internacional de la Comisión Interamericana de Mujeres con sede en Buenos Aires. En 1928, cuando todavía la mujer no tenía derecho a voto, Angélica fue presentada como candidata a la presidencia por el PCO.  Escribió el libro “Cárcel de mujeres. A propósito de mi paso por el Buen Pastor “. Florencia Fosatti (1888-1978) fue una de las líderes de la huelga de docentes de 1919 en Mendoza. También fue pedagoga, gremialista e intelectual. Precursora de la llamada “Escuela Nueva”, murió a los 90 años de edad, el 2 de diciembre de 1978. Y no podemos dejar de lado a María Elena Champeau, de quien no se tienen datos fidedignos de su nacimiento y muerte, pero junto con Florencia Fossati  encabezó la renovación pedagógica argentina, y participó en esta huelga. La llamaban la “revolucionaria del Magisterio”. Ella aplicaba en la escuela el Método Montessori y luchó por elevar el nivel y la calidad de la escuela, por lo que buscaba desarrollar una escuela laica, democrática y autogestiva. Todas ellas y muchas otras fueron cesanteadas, perseguidas incluso encarceladas. Ellas fueron, además, socialistas, anarquistas y comunistas.

Luego de un siglo de luchas, que involucran el cubrir la canasta familiar, el pedido expreso de capacitación en servicio, además de la existencia de jardines maternales y escuelas infantiles en todos los ámbitos de desempeño de las trabajadoras de la educación y durante su formación ,siguen siendo una bandera para terminar con la contradicción de ser partícipes de las bases de un sector predominantemente femenino pero dirigido, guionado por hombres, que terminan siendo quienes definen el destino de estas millones de mujeres que integran la fuerza laboral de la educación.

Por esto decimos que basta de invisibilizarnos, el 11 de septiembre también es el día de las maestras.


Por Yamila Medero