Desde hace más de
un siglo, el día de las mujeres es una jornada de conmemoración y lucha, una
marca en el tiempo que convoca el trabajo de la memoria, punto de condensación del
esfuerzo colectivo que generaciones enteras de mujeres han hecho por construir
un mundo más justo donde se respeten los derechos de la mitad de la humanidad, se
nos reconozca como iguales, un mundo donde la diferencia corporal no sea causa
de discriminación sexista.
Como suele suceder la
fecha es objeto de disputa. La mayor parte de los medios de comunicación procuran
por modificar su contenido transformándola en un equivalente de los muchos días
de… un buen momento para regalar cosas que se compran y se venden, un buen momento
para restaurar imágenes tradicionales y subalternas ligadas, se dice, por
esencia a la feminidad, a lo que algunos/as consideran nuestra verdadera naturaleza.
Las mujeres hemos debido
y debemos, como lo ha señalado Adrienne Rich, luchar contra la amnesia que
borra nuestras huellas de la historia, disolver con paciencia la nostalgia que
nos desea eternamente femeninas y sin derechos.
El 8 de marzo está históricamente
ligado a la lucha de las mujeres por sus derechos, a la pugna de las obreras
por condiciones dignas de trabajo, a la sindicalización de las trabajadoras como
respuesta a las condiciones de explotación a que fueron sometidas en la fase
inicial del capitalismo industrial, a los combates por el socialismo en tiempos
en que Lenin disputaba por la conducción de la Segunda Internacional,
en que Zetkin y Luxemburg confrontaban con la dirigencia de la socialdemocracia
alemana por un programa que tuviera en cuenta la paz, los derechos de las operarias,
que fuera el camino para la construcción de un internacionalismo socialista que
pudiera decirse tal.
Era la víspera de la
primera guerra mundial, pero también del asalto al palacio de invierno.
Existen diversas fechas y versiones sobre los orígenes de
la conmemoración, la más conocida es la de un incendio ocurrido en una fábrica
textil de Nueva York en 1857, donde habrían muerto quemadas las obreras que
hacían una huelga. Según la historiadora canadiense Renée Côté, no existen
pruebas documentales de que un incendio de esas características se produjera
ese año, ni de que ese hecho fuera el motivo para establecer una jornada
internacional de las mujeres. Las historiadoras feministas señalan que lo que
pasó en 1857 fue, en verdad, la realización de una marcha convocada en el mes
de marzo por el sindicato de costureras de la compañía textil de Lower East
Side, de Nueva York, que reclamaban una jornada laboral de 10 horas. Desde 1908 las mujeres del Partido Socialista Norteamericano
instauraron unas jornadas de reflexión y acción denominadas Woman's Day. La
primera tuvo lugar el 3 de mayo de 1908, en el teatro Garrick de Chicago, con
el objetivo central de hacer campaña por el sufragio y contra la esclavitud
sexual.
En 1910, Clara Zetkin propuso, en la Conferencia Internacional
de Mujeres Socialistas, en Copenhague, el establecimiento del Día de la Mujer para promover las
vindicaciones de las mujeres en aquel tiempo: derecho al sufragio y demandas de
derechos laborales por parte de las trabajadoras. Zetkin reivindicaba un
internacionalismo fraternal que tuviera en cuenta como horizonte la liberación
de las mujeres y su pleno desarrollo como seres humanos para la construcción de
una sociedad socialista.
Las experiencias del pasado, esos hitos que las mujeres
recogemos con dificultad, dispersas como nos hallamos entre los hombres, cruzadas
por diferencias culturales, étnicas, de orientación sexual y desigualdades de
clase, se presentan de diversas maneras ante el presente pues desde el presente
se interroga al pasado a partir de los dilemas del propio tiempo.
Hace más de un siglo Zetkin tenía ante sus ojos un
horizonte de problemas que priorizaba la subordinación de las proletarias, lo
que ella consideraba su exclusión del orden de la ley, del trabajo productivo,
de la ciudadanía. Con
una lucidez sin par, de la misma manera que su compañera Rosa Luxemburg
advertía sobre los riesgos del racismo, el chauvinismo, la guerra, el sexismo. Fueron
las socialistas las primeras en luchar contra las redes prostituyentes.
Nosotras, mujeres latinoamericanas, rememoramos en este
ocho de marzo nuestras escaramuzas en esta
larga marcha que muchos historiadores e historiadoras han considerado como la
revolución más larga de la historia: una revolución pacífica que se libra día a
día en las casas, en los trabajos, en las fábricas, en el campo, en los
piquetes, en las escuelas, en las calles y en las plazas, una revolución que
procura por el derecho de las mujeres a la autonomía, al derecho a decidir sobre
nuestros cuerpos, a vivir vidas libres de violencia patriarcal y heterosexista.
Escrito por eva
rodríguez agüero y alejandra ciriza
Mendoza, 8 de marzo de 2012